Iba siendo hora que llegara la adaptación de aquel más que curioso libro de Kazuo Ishiguro llamado Nunca me Abandones, en el que a través de los ojos de una solitaria y desencantada mujer, nos hizo partícipes de una extraña obra de ciencia-ficción de la que destacaba una estudiada y efectiva sencillez.
Es esta una historia intensa y terrible que refleja el proceso de despersonalización que sufre la sociedad actual. El argumento principal (del que no debo decir mucho al respecto) es simple y llanamente horrible.
La película (desde mi cazurro punto de vista) peca de lentitud (comprensible para alargar la tristeza, angustia y todo ese abanico de sentimientos que van aflorando), pero no resulta tan intensa como pretende Mark Romanek (de vacaciones desde Retratos de una Obsesión).
Tal vez ha faltado escoger mejor los pasajes del libro y dotar de más humanidad al dúo de secundarios (Knightley tampoco podía hacer milagros en tan pocas escenas). Un ritmo menos pausado habría sido mucho más llevadero.
Me quedo con el libro (pero Carey Mulligan no está nada mal, aunque yo la prefiero mil veces en An Education ).
En resumen, está bien si una tarde de Domingo queréis ver alguna rareza, ahí os dejo la sugerencia. No espereéis tampoco una obra maestra, que nos conocemos.
Lo sé, no hice la crítica de Cisne Negro (No sin mi Doppelgänger).
El otro día alguien me dijo que para él la película empieza como Showgirls y acaba como El Resplandor. En ese momento, decidí que cualquier gilipollez que escribiera de la Portman perdiendo el norte carecería de sentido... mil disculpas (me gustó, pero mi corazón siempre estará con Requiem por un Sueño; la vejez, ya saben ustedes. Puestos a escoger, también soy más de El Luchador).
Pásenlo muy bien, pequeños... si pueden.
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