Stanton Carlisle es un joven ambicioso y despierto que vive junto a sus compañeros de circo trabajando de compinche de Zeena, una vidente (tarotista y por consiguiente choriza también) que siempre entusiasma a su público con sus predicciones y sus trucos. Esta vive con el que fue una gran estrella dentro de este tipo de números y que se encuentra sumido en una gran depresión de la que solo encuentra cierto alivio entre copas y botellas.
Pero a Stanton un borracho acabado no le quita el sueño; lo que realmente le preocupa es cómo alcanzar la fama y el reconocimiento (algo que nunca tuvo debido a su infancia entre orfelinatos y curas).
Pero a Stanton un borracho acabado no le quita el sueño; lo que realmente le preocupa es cómo alcanzar la fama y el reconocimiento (algo que nunca tuvo debido a su infancia entre orfelinatos y curas).
Por avatares de la vida, Zeena le revela un código secreto (esencial para poder hacer los trucos y maniobrar con naturalidad durante los espectáculos) y gracias a él, Stanton logrará tener un renombre, aunque el precio que pagará por alcanzar el éxito será demasiado alto.
Enfundado en un inolvidable frac y con el truco del código tiene como colaboradora a Molly, su esposa y antigua compañera del circo (atención a su número como mujer eléctrica, clásico donde los haya), por lo que decide abandonar el gremio de los feriantes (que os recordarán a los de Carnivàle) y centrarse en iniciar una carrera en solitario.
Stanton resulta tan carismático como solemne en su forma de orar, por lo que poco tarda en labrarse un nombre entre las altas esferas de Chicago (que lo tildan del nuevo fénomeno del momento) y acariciar las ansiadas mieles del éxito como espiritista y mentalista.
En uno de sus espectáculos llama la atención de Lillith Ritter, una psicóloga (de pega) con clientes influyentes con la que trabará una intensa y confusa amistad. Juntos trazarán un plan con terribles consecuencias...
Stanton resulta tan carismático como solemne en su forma de orar, por lo que poco tarda en labrarse un nombre entre las altas esferas de Chicago (que lo tildan del nuevo fénomeno del momento) y acariciar las ansiadas mieles del éxito como espiritista y mentalista.
En uno de sus espectáculos llama la atención de Lillith Ritter, una psicóloga (de pega) con clientes influyentes con la que trabará una intensa y confusa amistad. Juntos trazarán un plan con terribles consecuencias...
Dirigida en 1947 por Edmund Goulding, El Callejón de las Almas Perdidas es una atípica obra dentro del celuloide que se sitúa entre el cine noir y el drama, todo ello enmarcado en el universo circense. Basada en la inquietante novela de William Lindsay Gresham (ese escritor que fue deambulando por la fe, la pseudociencia y cualquier bizarrez que se le ocurriera hasta que decidió poner punto y final a su tormentosa vida a principios de los sesenta), la película llama la atención desde el primer segundo por ese aire fatalista y trágico del personaje protagonista (del cual es fácil intuir el desenlace) y por todo el elenco de féminas que le rodean (atraídas por su magnetismo, su ambición y su físico), que intentan, dentro de sus posibilidades, aleccionarle y prevenirle de sí mismo.
Si hablamos de aspectos más técnicos, no podemos pasar por alto los hipnóticos encuadres que encajan a la perfección en esta historia tan amarga en la que Tyrone Power interpretó uno de sus mejores papeles y en la que todos los lugares que pisa el protagonista acaban siendo un personaje más (desde el mugriento camión en el que charla con Zeena al rutilante escenario en el que alcanza la fama el oscuro Stanton, al embarcadero donde tiene un encuentro con Lillith... aunque el broche de oro es el propio circo/feria por razones evidentes).
Convertir lo imposible en real, aprovechar el poder de la sugestión y las debilidades ajenas, la absoluta pérdida de cordura siendo absorvido por desproporcionados delirios de grandeza, la ausencia de moral y de escrúpulos... Para finalmente cerrar el círculo tal y como empezó nuestro inusual personaje principal.
¿Encuentran, pues, redención aquellos que se creen Dioses y acaban atrapados por sus propios temores? La respuesta la encontraréis adentrándoos en El Callejón de las Almas Perdidas.
Nos despedimos con ocho wasabis supersticiosos.
6 comentarios:
Lo cierto es que el sr.Edmund Goulding tiene un magnífico díptico entre El callejón y el Filo de la navaja, dos grandísimas obras, de las que todo el mundo se ha olvidado programar y han caido en la más absoluta desidia. A mi me gustan las dos por igual, y Tyrone Power, buen actor, pocas veces a llegado al nivel de ambas.
Yo la reseñé en mi blog hace tiempo, así que me sumo a la campaña reivindicativa: Goulding YA!!!
Saludos
Roy
Me gustan las películas de Goulding, pero esta todavía no la he visto.
No considero a Power un gran actor pero tiene papeles en los que se defiende muy bien. Me viene a la cabeza 'testigo de cargo' por ejemplo o la maravillosa 'El filo de la navaja' con esa belísima Gene Tierney que también brilla en esta película.
Saludos.
Roy: Tomo noto de El Filo de la Navaja, en cuanto la vea comentaré por estas lindes!!
Manderly yo también opino que Power era más bien justito para tubo una etapa en su carrera que supo sacarse partido (al final acabó encasillado y en segunda fila...ya sabe como funciona el star system)
Saludos a los dos!!
Un poco una pena lo de Tyrone Power, un actor que ganaba haciéndo de malote-guapetón-con un puntito turbio y chulesco y se pasó la vida haciéndo un poco el chorra.
La novela de Gresham, dinamita pa los pollos (los que decapita a mordiscos el freak alcoholizado del circo).
Buenas noches, humanoides.
Magnífica película, hablé de ella hace poco (bueno, la recomendaba a Cahiers en los comentarios) en mi entrda sobre "Freaks" de Browning. Petons. Borgo.
Me gusta Tyrone Power y me gusta bastante el tema que trata, con su pesimismo. El personaje y el contexto me resultan de lo más interesante, Sidhe, por lo que intentaré bajarla para poderla ver. >Me da que has hecho una elección bárbara :-D
Un abrazo. El post acojonante, muy bueno, compañera y amiga :-)
PD: Sí que parece tener un algo de la obra Freaks de la que comenta miquel en la anterior entrada. Después de todo alguien así es algo freak, no de un modo físico, pero sí mental… no sé
Ciao
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