Vuelvo tras un parón.
La semana pasada fui al Verdi a ver Blade Runner (no confundir masoquismo como talifanismo, gracias), y además he visto unas cuantas películas a lo largo de este mes que no vale la pena comentar.
Al margen de eso, entremos en materia.
Grupete de amiguetes que se van un fin de semana a un cutrefestival en medio de un idílico bosque.
Lo que empieza siendo la fiesta del amor y la paz acaba siendo una decadente charcutería.
Y no hace falta darle más vueltas al ovillo.
Personajes planos, historia de tintes ochenteros (la historia se nutre del terror setentero y ochentero, sobre todo del slasher, cuando ya había –y hay- saturación de carniceros juveniles rurales), y no aporta nada nuevo al género.
Sinceramente, es un inicio muy gélido en la dirección de David Arquette, y el intento de enchufar moralina está de más.
Todavía me pregunto que hacía mi querido Lukas Haas en la película. Corasao, tienes unos amigotes raros, raros...
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